The Mist es un “cuento”, nouvelle de Stephen King. En la edición de la que dispongo además hay una valoración personal de lo que hace a los cuentos. De la misma forma en que muchas veces dejo mis impresiones sobre los escritos que seguramente hablan más de mí que de los textos dejaré algunas impresiones.
El relato tiene algunos elementos que podrían cuadrar en el misterio y otros que tienden hacia a ello pero que no lo agotan. En todo caso el balance de los elementos tiene una tensión permanente. Existe un quiebre relevante a lo largo de la historia que hace honor al nombre, la aparición de la niebla como una realidad inexorable y omnipresente no termina por ser en sí mismo un elemento tan inconcebible como se podría pensar. Lo que termina pasando con el relato es que la incertidumbre no es tan acuciante como podría ser. Hay varios momentos de clímax, de violencia, ¿podría no haberlos en un relato de terror? Pero pese a ello el autocontrol de la mayoría de los personajes ante el desastre de “proporciones bíblicas” como se suele decir es bastante sosegado y moderado. Hay una suerte de heroísmo que al menos a mí me parece incomprensible. La voluntad de King de dejar el relato abierto, la necesidad de King de usar el relato como “testimonio” conspira con la realidad última del desastre. Los que habrán leído a Lovecraft sabrán que muchas veces el texto que construye lo inverosímil es contenido a su vez por un metatexto por medio del cual se puede jugar mucho más con la voz del narrador el cual es el único en estos casos donde la primera persona es la que juega el rol principal la plasticidad para meter a los propios lectores en atmósferas cada vez más complejas.
Durante este relato hay varios momentos donde se podría hipotetizar que la historia tendrá otros caminos. Simplemente por ello, la versión final, va decayendo. En cuánto lo fútil, lo caprichoso, y la suerte entran en favor del protagonista se hace imposible suponer que pese a un destino final mortal hayamos tenido una empatía con ese sentimiento. Es curioso porque el cataclismo no siempre se liga por completo con el terror. Es más bien donde el fatalismo gana al final de la partida y se impone. Todo está perdido y este destino final humano hace de todos los humanos lo mismo y forzosamente en nuestra cultura universal a pensar en quién sabe qué forma de escatología. Pues bien en esta escatología hay un tiempo suficiente para ir adaptándose con el personaje a este desgraciado sentido. La entereza de este personaje conspira contra el recargado contexto. Si bien existe pánico, gritos, y hasta malestar las personas se mantienen demasiado “cuerdas”. Puede que exista una barrera cultural fuerte entre sudamérica y norteamérica, a nuestros ojos, a mis ojos al menos termina por ser un momento más de la industria cultural donde un blanco de una familia de clase media tiene la capacidad de ser el último testigo del desenlace final de la humanidad. Se me hace a esta altura del tiempo y de la historia demasiado. Con manejar cuestiones más a su escala y terminar destrozado por las circunstancias es más que suficiente.
Ahora dirán ¿No es un arrebato de jactancia, de simple pedantería lo que está planteando? Podría ser ¿para qué negarlo? Pero a veces es importante que la gente simple ponga su palurdo punto de vista en el tapete y no se pueda escudar en todo tipo de gigantes para aprender, y asir lo valioso del relato. El “Rey del Terror” Stephen King que tiene historias memorables no por eso no hay posibilidades de encontrar momentos comunes desconcertantes donde simplemente ver desproporciones en las magnitudes de su cartografía. Lo entiendo en este caso, las escalas terminan por ser disparatadas. Se me antojan casi cómicas en tanto y en cuanto se le abren ventanas de oportunidades que no hacen más que ser eso, un motorcito para la historia. La economía de recursos que habría planteado una niebla asesina e informe, de perfiles casi imposibles de comprender podría haber funcionado mejor. Las pocas historias sobre travesías en el mar donde este sin ser el infinito tiene la furia, la fuerza, el capricho para desbordar la fuerza humana debería haber bastado. Es más en medio de ese recurso, poliforme y original de la niebla misma estaba la mejor gema. El paso a nuevos elementos termina por ser un debilitamiento que termina por meter a la historia en tantas otras donde los monstruos, asesinos o lo que sea dan muerte a desdichados humanos. Son magistrales los encuadres sucesivos de las escenas, son pobres, las acciones y las intrigas que deberían meterse en la mente de los personajes en circunstancias tan inverosímiles. Por eso si bien creo que King es un gran narrador por saber mantener una velocidad crucero en su relato. No es en este caso, un buen navegante nos termina por llevar a una situación forzada y abierta, no termina por mostrar la desolación que al menos debería ser acorde a lo que se pretende.
Sin un narrador en tercera persona omnisciente y sin una ruptura, desorden en los acontecimientos, y situaciones inesperadas se termina por entremezclar cierta épica. El hombre contra los elementos, la desesperanza sí pero sin otra cosa que un hombre entero pese a la desgracia. ¿Eso es el terror? Yo no estoy tan seguro.