EL OJO BLINDADO
“Nuestras obras no sirven de nada, ni aún
en la vida más justa”
Lutero
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El guardián del ojo, con la delicadeza asignada al viento por los supersticiosos, cierra el párpado que involuntario venció al sueño. Él vive en las esquinas de las habitaciones, a veces entre el portalámparas y el foco. Su trabajo consiste en cuidar el ojo de los soñadores despistados. No es culpa suya, ¿cómo podrían saber quiénes son al dormir?
Dicen que el guardián lo hace por la carestía, pero esa propuesta ignora la verdad. Antes, cuando el guardián no era guardián, vivía junto a su hermana, quien dormía siempre con un ojo abierto. Como eran muy pobres, siempre se iban a la cama sin haber comido. Una noche, el guardián no resistió y devoró el ojo de su hermana. Para arrancarlo se ayudó de una cuchara de plata.
Asignamos a la caridad fuerzas que solo el hambre concede.
Pero basta parpadear un par de veces para aguzar la mirada y ver que desenfoca, mientras uno se apresura, haciendo voces, a preguntar por sus anteojos.
¡Enigmático!